domingo, 24 de octubre de 2010

XIV - Como una casita de té

Domingo 05 de Septiembre (luego de 3 semanas de viaje)

Carolina, la chilena, se fue del hostel. Encontró uno donde puede hacer housekeeping por accomodation, solo 2 horas por día en lugar de 4. Como ayer festejamos su 23° cumpleaños, nos acostamos tarde y, los q nos levantamos tempranito para hacer housekeeping, dormimos poco. Cuando terminamos de hacer las miles de camas, fui al super con Susan. Cuando llegué me tire a dormir una siestota. Al levantarme, no había nadie en la habitación y, con la noche, el hostel parecía adoremcido. Eran en realidad, las 6 y algo de "la noche".
Para no seguir durmiendo todo el día me levante atontado. Baje de la cama, salí de la habitación, y fui para el lobby a ver si había algún conocido con quién charlar. No encontré nadie allí ni en la cocina. Así que me fui a la sala de TV y mire la mitad de una película que clasifiqué como "sencillamente mala".
Cuando sali de la sala de TV, me dirigí a la cocina y estaban Jon y Giovanni comiendo. Susan, Alejandro y Carolina estaban preparando algo maravilloso. Habían comprado dulce de leche e ibamos a cenar panqueques =)!.
La preparación y cocción habrá durado más de media hora, y el producto fue exterminado salvajemente en tal vez 2 minutos. Efímera pero empalagosa, la panquequeada fue la obra de arte del día. Una vez la barriga contenta, emprendimos viaje hacia el nuevo hostel de carolina.

Eramos Caro, susan, José y yo, quienes nos repartimos las pertenencias de la exiliada, bajando y subiendo cuantas montañas el camino estuvo compuesto por. Habrá sido un viaje de 5 cuadras, pero que parecieron 10. Cruzamos la última calle y, al final de un parquecito empinado en bajada, estaba el nuevo hogar de Caro.
Cuando llegamos a la puerta del hostel, notamos en la puerta un cartelito que decía "Carolina, la llave de la habitación está en la caja de correo, a la izquierda". Buscó la llave y entramos a un pasillo que daba, a la izquierda a las habitaciones, y a la derecha a un pequeño y cálido living donde un grupo de personas cantaban sobre la melodía de una guitarra. Este hostel no parecía de esos como en el que estoy ahora, donde es tan grande que la gente no es de confianza. En mi hostel, en las habitaciones normales, hay bastantes robos. Hay personas que rentan una habitación tan sólo por una noche para robar las pertenencias de los demás (claro que, en la habitación de los housekeepers, la cosa es bastante distinta). En ese sentido, este otro y pequeño albergue tenía color a confianza y participación. Entramos, dejamos las cosas, y volvimos a salir para encaminarnos hacia una habitación que quedaba en un compartimiento externo del hostel, donde josé conocía a un chileno amigo. Mientras nos estamos retirando, apareció desde adentro un tal Alejo, argentino de Buenos Aires, y nos pusimos a charlar unos minutos. Nos contó que había llegado a NZ 2 semanas atrás, y que esta era la primer conversación que tenía en español (este pequeño hostel tiene sólo 32 camas a diferencia del nuestro que tiene unas 500). Nos dijo que él junto con algunos del hostel partían mañana para la isla del sur, en búsqueda de trabajo haciendo picking.
Para aquellos que todavía no saben, el picking es uno de los trabajos característicos que realizan los turistas en estas tierras. Nueva Zelanda tiene cosechas de frutas durante gran parte del año, y se abren miles de puestos de trabajos relacionados pero de corta duración. El picking en particular, es la recolección de frutas en mochilas. Luego, viene el packing, que se trata del empaquetado de las frutas ya pickeadas. Y también hay un stacking, que es el apilado de las cajas packeadas en pilas y pilas.
Saludamos a Alejo y seguimos camino. Nos encontramos con el amigo de José a unos metros. Luego, nos despedimos de José que se iba con el amigo. Despedimos a Caro que iba a entrar a desempacar. Quedamos sólo Susan y yo. Nos volvimos caminando tranqui, probando un camino diferente al de ida.

La sensación es un tanto rara. Una especie de melancolía momentanea. La gente viene y se va. Todo el tiempo. El clima de este hostel ciertamente era muy atractivo. Pero ya me queda tan poco en Auckland que no tiene sentido moverme. En esta semana es la semana donde voy a decidir a donde partir. La idea es ir al campo. Ya sea con vaquitas o con picking. Ya sea por acommodation o por dinero. Durante estos días veré.

martes, 5 de octubre de 2010

XIII - El día H

Sabado 04 de Septiembre (luego de 3 semanas de viaje)

Hoy es el día H. Es la final de la liga nacional del hockey sobre hielo neozelandes. El nivel, si bien es bastante básico, llega a ser considerablemente más desarrollado que el nuestro. El partido es a las 5 de la tarde, en la pista que queda en Botany Downs, un lugar bastante bastante lejos de la ciudad.

Salimos tarde. Debíamos llegar temprano. En el picado de los viernes a los que voy, juegan unos 2 o 3 chicos del seleccionado local de la pista. El equipo en cuestión se llama "West Auckland Admirals" y es finalista. Cuando terminó el picado de ayer, hablando en los vestuarios sobre la final, uno de los Admirals me advirtió que llegara media hora antes porque el lugar iba a estar bastante lleno.

El partido comienzaba a las 5, pero llegamos como a las 5:15.
El equipo contrario, son los locales "Botany Swarms". La liga nacional está compuesta de sólo 5 equipos, y los 3 restantes son todos de la isla sur. El año pasado los resultados fueron bastante distintos, pero esta vez llegaron a la final los dos equipos de la isla norte (ambos en Auckland). El partido se juega en la sede de los Botany Downs, porque su pista tiene medidas olímpicas mientras que la de los Admirals es más parecida a una cancha NHL (un poco mas angosta y, en este caso, un poco más corta también).
Como yo voy usualmente a la pista contraria, la de los Almirantes del oeste, no sabía como ir y a las 3.30 hs estaba desesperado buscando el camino en colectivo por Internet. Fue así como salimos más tarde de lo que debíamos, y llegamos mucho más todavía. Los integrantes de esta exitante excursión fuimos: la argentina Vicky, la Canadiense de Calgary Ann, y yo. Como todo canadiense, Ann es simpatizante del hockey sobre hielo y me contó que una vez, cuando era más chica, había comprado tickets para todos los partidos de la temporada que Calgary jugara en pista local. Al tener mucho NHL encima, Ann decía estar extrañada y a mismo tiempo exitada de que iba a ver un partido de hockey en Nueva Zelanda.

El bus recorrio unos lugares hermosos. Las casitas del este son parecidas a las del oeste pero están mucho más decoradas con vegetación y son más espaciadas, lo que hace al este una zona mucho más linda. Después de 50 minutos de viaje, pasando por hermosos lugares y cruzando ríos, el bus nos dejó a media cuadra de la pista. Pero mientras nos acercábamos, vimos un cartel luminoso que nos insultaba "NATIONAL LEAGUE FINAL SOLD OUT!", implicando que las localidades estaban agotadas.
Decepcionados, no quisimos ver la realidad y como buenos argentinos entramos al hall del complejo. Las puertas de vidrio que daban a la pista estaban a solo metros. Las empujamos y zas! una mujer nos detiene con "Tickets please!". No tenemos tickets señora... no hay más tickets... "oh, lo siento, no pueden pasar sin tickets". Pedimos, rogamos y hasta mentimos para poder pasar pero no. Eran muy estrictos. Estábamos a punto de irnos cuando les digo: "chicas esperenme un toque que voy al baño". Como no encontré baño alguno, subí una escalera que apareció en el camino mágicamente. Arriba había un gimnasio, y las corredoras daban a unos enormes ventanales con vista panorámica a la pista!!!. Bajé a buscar a las chicas y nos escabullimos en el gimnasio. Pero tan sólo unos minutos después, una mujer nos rajó. Mientras bajábamos tristemente las escaleras y mi mente trabajaba a mil por hora intentando encontrar la forma de escabullirse en un lugar desconocido, aparece en la mesa de entrada una señora con la campera de los Admirals que parecía tener mucho que ver con la gestión de la venta de entradas. Como los picados de los viernes son en la pista de los Admirals, fui inmediatamente a hablarle. Le dije que jugaba picados con uno de los chicos del equipo, rogando que esta señora fuera su madre, hasta que me preguntó el nombre del pibe y no supe que decir. BOLUDO! Busqué los nombres que me venían a la mente, y mencioné a Shawn Henry, uno de los arqueros del viernes, y organizador de la liga de mayores sin contacto de Auckland. Latiendo estaba mi esperanza cuando la mujer se puso a hablar con la señora que vendía las entradas, que yo, sin entenderle ni la mitad de lo que decían, miraba con cara de pobrecito. Aparentemente, entre ellas juntaron unas entradas que les sobraban y pudimos lograr entrar!!!

Iban 10 minutos del primer tiempo. La señora que nos vendió las entradas nos dijo que ni ellos creían que se fuese a llenar tanto. La pista estaba repleta. Las gradas, ubicadas en el margen de enfrente, albergaban mucha gente, más de mil, super ultraseguro. De nuestro costado y atrás de los arcos, sólo había amplios corredores con gente mirando desde el borde de la pista. Compramos Steinlager tras Steinlager (una exquisita cerveza de acá), papafrita tras papafrita. Los tiempos pasaron a las trompadas y las trompadas pasaron a lo loco adentro de la pista. El primer período fue mucho más agresivo de lo que creí. Bastante más. Crosscheckings, bordings, holdings, roughings, elbowings, interferencias, mucho mucho sin cobrar. Claramente más agresivo que los partidos de las olimpiadas que había visto por tele con mis amigos de hockey. Ann me dijo que la NHL era así, pero que los mundiales y las olimpiadas son más para habilidosos que para golpeadores.

El partido fue entretenido más por los golpes que por otra cosa. Termino sólo 3 a 1 a favor de los Swarms, con el tercer gol faltando 1 segundo (UNO) y porque los Admirals habían sacado al arquero para meter un jugador más. El patinaje era espléndido. Nunca vi a nadie agacharse tanto para patinar como estos muchachos. La verdad que eso me sorprendió mucho. En el segundo y tercer tiempo hubo mucho menos golpes porque seguramente ya estaban bastante cansaditos. El partido fue de los Swarms principalmente. Los Admirals no tuvieron muchas oportunidades claras. Los jugadores parecían tener menos de 25 años, lo cuál demuestra un hockey todavía inmaduro pero con futuro. Imagino que habría alrededor de 2.000 espectadores, a 10 dólares cada entrada. Lamentablemente no llevé la cámara pero voy a ver si puedo conseguir el video. Ann notó, como grandes diferencias con la NHL, que los jugadores eran jóvenes, inestables en el hielo, y de pases poco precisos.

La vuelta fue un poco más cruda. Hacía mucho frío. Pasamos por el super que estaba enfrente, compramos maní en cáscara y nos pasamos comiéndolo durante los 40 minutos que demoraría el bus en llegar. Me eché una siestita en el bondi, llegamos a las 10 de la noche, me compré una pizza y nos esperó el cumpleaños de Caro, la chilena.

sábado, 2 de octubre de 2010

XII - Waiheke Island

Lunes 30 de Agosto (3 semanas luego de mi llegada)

Los lunes y martes son mis días libres. Aprovechando así la mañana, con Susan hoy fuimos a una isla cerca del puerto (5 cuadras del hostel), llamada Waiheke. La isla es super famosa acá por ser pituca y tener playas muy bonitas.
Comenzamos a las 9:30 intentando despabilarnos, tomando un desayuno nutritivo con zucaritas y cereales chocolateados. Una hora más tarde estabamos andando rumbo al puerto, realizando algunas paradas técnicas para comprar pilas para la cámara y esas cosas. Como soy muy capo, compré 4 pilas AA marca morondanga a sólo NZ$ 3, mientras que sólo 2 energizer costaban NZ$ 8. "Si duran poco," pensé, "pongo las otras dos y hago re negocio". El ferry salió 11:30, un helado de por medio, y pasados 15 minutos del mediodía estabamos pisando tierras isleñas.

Llegando a Waiheke
Los veleros de Waiheke

El paisaje se veía precioso. Todo muy floreado y sobre todo arboleado. Estacionamiento grande y autos caros. Le dije a Susan: "normalmente la gente alquila una bici por unos pocos pesos, y la usa para recorrer toda la isla". A veces me asombra las pelotudeces que puedo llegar a decir. La bici estaba NZ$ 30 el alquiler. Como hay que regular el presupuesto no nos pudimos dar el lujo. POR SUERTE.

Primeros pasos en Waiheke

Sin saber que carajo hacer, comenzamos a patear hacia "arriba". Tomamos la única y primer calle que vimos, sin saber si llevaba a algún lado útil. Durante unos 5 minutos pensamos en hacer dedo, no sabíamos adonde percha ir ni había un alma a quién preguntarle. Unos minutos más tarde, encontramos gente caminando en la misma dirección que nosotros. No estábamos tan mal. Así, una cuadra más adelante, se nos materializó el centro del pueblo más grande de la isla, Oneroa.

 Llegando al centro de Oneroa
Mirador del centro de Oneroa

Allí encontramos el i-site, que es una oficina ubicada en todos los lugares turísticos de Nueva Zelanda orientada a brindar información útil al viajero. Nos mostraron un mapita y divisé una playa llamada "Palm Beach". Recordé que en Internet había leído un blog donde hablaban muy bien de dicha playa. La chica nos dice que ella prefiere "Onetango Beach" y nos dió un folleto con un mapa y los recorridos de los colectivos para llegar a cualquiera de las dos.
Una hora más tarde habíamos llegado a Palm Beach, que era la más cerca. La vista es realmente hermosa. Acantilados de un lado, acantilados del otro, arena en el medio. Típico, pero muy, muy bonito. Caminamos hacia unas pequeñas escolleras, sacamos unas cuantas fotos, y hasta divisamos unos nudistas vejetos del otro lado de las escolleras.

Primeros pasos en Palm Beach 
Los alrededores Palm Beach

El morro de Palm Beach


Un rato después comienza a picar el bagre y fuimos en búsqueda de comida. Después de realizar un pequeño recorrido, concluimos que lo único que había era un pequeño mercadito autoservicio atendido por un chino al que no le entendía ni goma. Lamentablemente era lunes y, dada la poca concurrencia de gente al lugar en esta epoca del año y día de la semana, estaba todo absolutamente cerrado. No teníamos restaurante, no teníamos café con vista a la playa, no teníamos un carajo. Compramos una bolsa de lays (bah, algo mucho más pedorro), un chocolate blanco, unas gomitas ácidas con forma de gusanitos y nos propusimos a encontrar un bar abierto con vista a la playa, aunque eso pareciera imposible!. Fuera del super analizamos el folleto que nos dio la chica del i-site y llegamos a la conclusión que la probabilidad máxima de alcanzar tal suceso podría obtenerse dirigiéndose a Onetango Beach. El problema era cómo llegar hasta ahí.
Comenzamos a caminar por Palm Road. Teníamos unas muchas cuadras por delante hasta llegar a la parada del bondi que nos llevaría a Onetango (que es otro que el que nos llevó a Palm). Teníamos tiempo suficiente para derrotar el inmenso paquete de papas, las gomitas y el chocolate. Pero a mitad de camino comenzamos a hacer dedo y luego de 4 dolorosos rechazos, una señora muy copada nos levantó. Nos preguntó donde ir, y le dije que no sabía. Jeje. Después le pedí si nos podía alcanzar a la parada del bondi que nos llevara a Onetango. Muy sensibilizados con su asistencia, charlamos contentos hasta del clima.
Durante el viaje, cruzamos un centro bastante más grande del que me hubiera imaginado, con un supermercado imponente. La isla, a vista de pasajero motorizado, es más grande de lo que hubiera imaginado. Y muchísimo más grande aún de la que hubiera soportado como ciclista. Entre las subidas, bajadas y las largas distancias, la bicicleta habría sido una idea bastante incómoda aunque atlética.
Llegando a la parada, la señora advierte que el bus acababa de pasar y, con las frecuencias de 1 hora que los mismos tenían, deberíamos esperar largo rato. Así fue que se le ocurrió la gran idea de, directamente, llevarnos. Agradecidos, aceptamos y, por si fuera poco, nos dejó en la puerta del único bar abierto en Onetango Beach. Claro está, al borde de la playa.
Allí, comimos una pizza "hawaiana", que es básicamente una de muzzarella con pedacitos de piña encima, con una fría Stella Artois. Charlamos contentos y envaguecidos, a orillas de un paisaje imponente y soleado. Lamentablemente se me habían acabado las 4 pilas superpedorras que había comprado y no tengo retrato del lugar (debo de conseguir las fotos de Susan).
Comimos la pizza, terminamos el chocolate y las gomitas, y salimos a caminar un rato por la playa. Cerca de las 5, emprendimos el camino exactamente reverso, y terminamos en la parada de colectivo que había a la vuelta del restaurante. Para las 6.30 estabamos de vuelta y cansados en el hostel.

viernes, 24 de septiembre de 2010

XI - Davenport

Jueves 26  de Agosto (3er semana de viaje)

Mi segunda excursión a cielo abierto fue una caminata por los alrededores de Devonport Harbour. Ayer, miércoles, a Vicky y Ann se les ocurrió realizar una larga caminata hacia allí, un puerto super turístico que se encuentra en una península cruzando el puerto del centro. Para llegar a Devonport, hay 3 formas. La primera es rodear la bahía entera, lo cual se traduce en varias horas de caminata; la segunda es con auto o bus a través de un puente; y la tercera, última y más rápida es con un ferry, con tan solo unos 15 minutos de viaje. La idea original era ir caminando, bordeando toda la costa. Como el día estuvo feo, terminamos visitando un museo de arte.
Hoy, una vez terminado el housekeeping, les propuse a las chicas hacer la excursión frustrada pero me dijeron que iban a salir a buscar trabajo por los restaurantes de la ciudad. Sin dejar que se arruinara la potencial excursión, le dije a Susan si se prendía y luego de una corta preparación estabamos con un pie en la calle, camara de fotos en mano.

Salimos del Base pasadas las 15:30 sin saber bien las diferentes formas que había para llegar a Devonport. Creímos, estúpidamente, que yendo hacia el puerto encontraríamos un camino que nos llevaría a pie. Comenzamos la travesía tomando Queen Street, justo a la salida del hostel, en dirección al mar (pueden buscar la calle en el google map y ver todo de forma interactiva!). Sin estar seguros para donde ir una vez que caminamos 5 cuadras y llegamos al puerto (porque acá en el centro, el mar no es playa, sino puerto), nos metimos en el primer puesto comercial de ferries. Si bien nuestra intención era encontrar la forma de cruzar a pata, para ese momento creíamos que Devonport era una isla (en lugar de una península en la otra punta de la bahía), y el señor nos dijo que la única forma de llegar a Devonport era en ferry mientra nos expendía los correspondientes tickets.

La "playa" del centro
Susan sonriendo (pero puteando porque estaba nublado)

El ferry salía en media hora así que nos fuimos a caminar por la costanera. Fuimos recorriendo la orilla, me compré un helado de gustos que no conocía (porque, puta madre, acá no hay helado de dulce de leche), pasamos por la puerta del Hilton, y llegando a la hora H dimos media vuelta en dirección hacia donde partía el pequeño buque.

La ciudad desde el Hilton

El cruce fue corto, de unos 10/15', que usamos para dar rienda suelta a nuestro espíritu artístico para así fotografiar las aburridas y estáticas márgenes. Una vez allá, surgió un imprevisible inconveniente...: "Ahá... mmh... bueno este.. ¿y ahora? ¿qué mierda hacemos?". Curioseamos un pequeño mapa turístico, elegimos un spot al azar y concluimos: "Si vamos dereecho por la costanera, llegamos acá". El destino, aunque nunca alcanzado, tenía que ver otra vez más con el crater volcán. Algo me dice que por esta zona hay demasiados cráteres volcánicos...

Downtown, desde el ferry
Devonport, desde el ferry

Apenas comenzamos nuestra marcha, quedamos vislumbrados por la belleza del pueblo. Las casas eran mucho más lindas y grandes que la parte que conocíamos de las zonas no-tan-urbanas de Auckland. Estaban adornadas con gran cantidad de arbustos y flores, y coronadas por lujosos autos estacionados en los frentes de las mismas.

Centro de Devonport
Casita del árbol
Casita linda
Casita re-linda
Calle linda
Casita fea
Muchas casitas lindas

A medida que nos alejábamos del puerto, el paisaje se mantenía regular hasta que, súbitamente, la calle giraba hacia adentro. Preferimos seguir derecho, a toda onda parkour, hacia lo que parecía un pasaje turístico abandonado (escena "Quisiera ser grande", cuando vuelve a visitar el parque de diversiones para pedir el deseo contrario y el parque está completamente cerrado y dejado). Seguido a ello, vino un acantilado.

Acantilado

Caminamos a través de las musgosas y resbaladisas rocas en la base del acantilado, hasta que encontramos un pequeño camino demarcado al cuál subimos. Lo primero que apareció en el camino fue la boca de una atractiva cueva entrada en años y adornada con un cartel que advertía ferozmente "Unlit caves. Extremme caution". El corazón, sobrellevado por el efecto de estas últimas palabras, llevó al cuerpo que lo cargaba en trayectoria directa al lugar donde la oscuridad yacía feroz y desafiante. Pero unos pasos adentro bastaron para que la paranoia heredada resurjiera como el Ave Fenix de sus cenizas para dominar la no-fiera con el encanto del miedo: "¿y si adentro hay una familia de maories asesinos, caníbales y... hambrientos???", pensé. Así fue como abandonamos la idea y seguimos el camino apenas comenzado.


Camino secreto detrás del acantilado

Cárcel maravillosa detrás el acantilado
Playita mágica detrás del acantilado

Los paisajes se balanceaban entre lo rústico y lo hermoso. La luz nos dio una mala pasada porque el clima estaba muy nublado y todos los colores carecían de cierta "calidez" que hubiera embellecido el paisaje como una frutilla embellece el postre. El caminito del acantilado que habíamos tomado anteriormente finalizó con una dura subida a la cima del mismo. En el fin de este acantilado, aparecía un paisaje de novela donde la costa , durante unos 200 metros, tomaba la forma de una serie de casas de playa, donde entre ellas y el mar no se interpone nada más que la arena, la calma y la inmensidad.
Estaba por anochecer. Y, como todo cierra muy temprano, teníamos miedo de quedar varados en lo que creíamos que era una isla. Salimos entonces del acantilado en dirección al centro de la isla para tomar la primer calle que nos llevase al puerto de regreso. Durante la bajada, vimos algunos cañones reliquia de guerra, que habían sido usados para defender la costa de los ataques japoneses en la segunda guerra mundial.
Las casitas de playa
Susan a punto de destruir la isla de enfrente
La vista de Susan utilizando el cañon

Al llegar a la vereda, vimos enfrente un parque con una cancha de rugby y niños jugando en ella. Un par de cuadras más adelante, un niño repartido casa a casa el periódico. Otro par de cuadras más, una casita con un mastil y la bandera de Nueva Zelanda.
Este paseo fue uno de esos que trae a tu mente la incertidumbre de cómo hubiese sido tu vida si hubieras crecido en un lugar así. ¿Tal vez mejor? ¿tal vez peor?. No tiene sentido darle muchas vueltas. Lo importante es aprovechar el día y, en lo sucesivo del viaje, seguir recorriendo para conocer más lugares, así, hermosos como este.

X - Monte "El Edén"

Lunes 23 de Agosto (3ra semana de viaje)

Dos nuevos colegas habían llegado para integrar el staff de housekeeping del ACB (el hostel). Ellas son Victoria de Argentina, y Ann de Canadá. Son amigas y vienen de viajar durante un mes luego de haber pasado bastante tiempo trabajando en Wellington. Con Vicky, la argentina realicé mi primera excurción al aire libre. El día: lunes 20. Destino: Mount Eden. Descripción: crater de un pequeño volcan, ahora inactivo.

Almorcé, me bañe, tome la cámara de fotos, fui a la recepción del hostel, pregunte allí como llegar a Mount Eden (el crater de un viejo volcán), esperé a que apareciera Victoria (quien me acompaño en esta travesía), y tipo 4 PM, salimos en una moderada caminata en búsqueda de aquello que alguna vez fue la garganta misma del infierno.
Caminamos aproximadamente 20 minutos hasta llegar a lo que de afuera parecía ser un parque. Durante ese interín de tiempo, Vicky me resumió su estancia en Nueva Zelanda desde el primer día hasta hoy, y algo de su vida también. Supe entonces que llegó en Diciembre, que vino con poca plata, que tuvo hasta 3 trabajos en simultáneo, que tuvo pareja acá, y que hizo muy buenos amigos, de "esos que sabés que van a seguir teniendo contacto con vos para siempre".
Sin más intromisiones a su vida personal, prosigo entonces contando de los riesgos asumidos en esta aventura. El primer obstáculo fue cruzar la calle hacia la reserva. Como ya les dije, cruzar la calle en estas tierras suele ser una taréa muy dificultosa y riesgosa para extranjeros como nosotros: la experiencia, en este caso, te suele traicionar empujándote a mirar siempre hacia el lado contrario al que deberías. Fue duro, pero logramos encontrar una pequeña senda donde los automovilistas parecen ceder ante la aparición de peatones. Una vez en el parque, emprendimos viaje en dirección a un escondido camino en subida que alertaba en silencio "La muerte te espera aquí delante". Con valentía, caroja y mucho espíritu aventurero comenzamos a ascender incansablemente, cada vez más y más alto.
NOTA DEL AUTOR: sepa usted que el camino a la cumbre f ue muy sencillo y los lugareños lo utilizan como rutina de ejercitación (sí, suben trotando). Decorar el relato con riesgos místicos, fue una forma que encontré para intentar atrapar a ud, intrépido lector, en la larga historia que aquí le presento.
Luego de unos 10' de ascenso, comenzamos a divisar grupos de turistas unos metros más arriba. Fuimos hacia ellos y allí estaba. Estático, firme pero aún así imponente, un gran hueco en la cima del monte. Era la boca cerrada del volcán. Pero más deslumbrante fue cuadno alcé la vista y divisé en el horizonte las entrañas mismas de la ciudad entera. Desde allí parece verse todo: el enorme conglomerado de bajas casitas, un gran estadio de rugby, el pequeño centro donde vivimos lleno de edificios, la sky tower elevándose magnífica ante todos ellos, el mar, el famoso pueblo de Devonport cruzando la bahía que se abre hacia la izquierda del puerto del centro, la impresionante isla volcánica Rangitoto y, un poquito más al fondo, la paradisíaca isla Waiheke.
Allí estuvimos durante tal vez media hora, quizás algo más. Empezó a hacer frío y emprendimos el regreso. Llegamos al anochecer, con el cuerpo cansado, el cielo ya ennegrecido, con el espíritu renovado, la piel embarrada de montaña y los ojos llenos de verde naturaleza.

sábado, 18 de septiembre de 2010

IX - The pickup game

Viernes 20 de Agosto

Me levanté muy temprano. Aunque no lo crean, para el picado había que estar a las 7am en la puerta de la pista. Así, puse la alarma a las 5:45.
A las 6:10 de la mañana, estaba con la mochila, palo y patines en la parada de bondi equivocada. Viajar en bondi acá, es un bardo al principio. No existe la guía T. Te las tenés que arreglar con una página que te dice donde tomar tu bondi pero no donde bajarte.
Como les decía, estaba en la parada de bondi equivocada. Veo que enfrente está parado el 243 (el bondi que me tenía que tomar). Cruzo corriendo y, al entrar, le pregunto al chofer si va hacia Avondale. Me dice que no, que debía tomar otra línea enfrente. Me bajo. Tardo en reaccionar y, mientras me doy cuenta que el chofer entendió si iba al CENTRO de Avondale, observo como el bus da vuelta a la esquina e irremediablemente se va. Con un fatalismo incoherente, empiezo a creer que no iba a llegar al picado, la gran puta madre.
Me acerqué a una parada a unos 10 metros, donde había aparecido un bus de otra línea, y había un cartel donde figuraban los horarios de los buses que pasaban a lo largo de esa cuadra. En media hora, volvía a pasar el mío.
Con la mueca de la decepción pintada en mi rostro, comienzo a vagar de la pared al cordón en lentas vueltas. La señora chofer, quien estaba fumando un pucho fuera del bondi, me ve la cara de desconcierto, con bártulos sobre la espalda, y se acerca preguntando "¿estás perdido?". Le digo que sí, que tenía que llegar a Blackhouse Bay Road y Tiverstone Street y me dice que ella pasa a 1 KM de ahí. Hablando en un dialecto 200% wiki, difícil de entender, aconseja subirme a su bus diciendome que me siente cerca, que ella me avisa cuando lleguemos a la parada más cercana.
Llegué a la pista 7:10. Lo primero que ví, fue un jugador y un gigante dentro de la pista. El gigante tiraba slap desde mitad de cancha. Se acerca, me saca una radiografía y me pregunta "¿quién sos?". Le cuento que había hablado con Shawn por email, me señala el vestuario y me dice que están todos ahí cambiándose. Allí iba a encontrar a Darran y debía hablar con él.
Cuando llegué al vestuario, me asusté un poco. Casi todos eran considerablemente más altos que yo, y de bastante gimnasio encima. Pensé para mis adentros "¿dónde mierda me metí?". Seguido, me tranquilicé con un "ya fue ale, haces una entrada. Si no es para vos, te cambias y te vas".
Resultó ser sólo miedo. Todos jugaban mejor que yo pero tampoco era una gran diferencia. El principal problema era que, como supuse el otro día, el hielo era muy duro y patinar me era realmente una tarea resbaladiza. Sí o sí voy a tener que afilar con canaleta. Para colmo, todos acostumbrados a tal enorme ciudad de hielo, tenían LEJOS mejor estado que yo y se hechaban unos piques que de intentar ponerme a la par, quedaba para el cambio.
Cuando nos fuimos a cambiar, me dijeron que esta pista tenía el hielo más blando de todo Nueva Zelanda. Así, se asombraron mucho cuando les dije que las pistas de Buenos Aires eran aún más blandas que esta. Luego me invitaron a seguir yendo, y hasta cuando nos fuimos, un canadiense (de unos cuarentaitantos, que juega como la ostia) me alcanzó en auto hasta una esquina a 3 cuadras del hostel.
Al llegar traté de dormir un ratito (porque no eran ni las 10 de la mañana), pero tenía un poco de frío y me fui a bañar con agua bien caliente. Quedé muy contento y el resto del día fue bueno, no porque luego durante la tarde o noche haya sucedido algo emocionante o inspirador, sino porque esta mañana fui bendecido con el primer partido en cancha grande de mi vida.

lunes, 6 de septiembre de 2010

VIII - Paradice

Miércoles 18 de Agosto

Hoy fue mi primera excursión posta. Me tomé un bondi que suponía llevarme a la pista de hielo llamada Paradice (en realidad se escribe paradise, con 'S', pero es un juego de palabras porque "ice" es hielo en inglés). Debía bajar en la parada 8349. O sino, al 250 de Blackhouse Bay Road.
El primer problema es que me tomé otro bondi. Este nunca agarró Blackhouse Bay Road, aunque la cortó trasversalmente. Después de sentir una tremenda inquietud e incerteza sobre el camino que el bondi estaba hacienod, le pregunté al chofer y me dijo que me había pasado unas cuantas cuadritas. Me bajé y comencé a caminar hacia atrás mientras me preguntaba "porque mierda no le pregunté al chofer antes...".
Estaba en el barrio Blackhouse Bay y la pista estaba en Avondale. Mientras caminaba en búsqueda de la calle Blackhouse Bay Road (que se llama como el barrio donde estaba), pasé por la puerta de un centro cultural y veo un cartel que dice "Blackhouse Bay Information Center". Entro. Segundos dentro del lugar, aparece saliendo de una oficina una amable señora de cabello rubio y hablando un poco, me dio indicaciones de como llegar a la pista, hasta incluso me imprimió un mapita. Como estaba lloviendo, se ofreció a llevarme en auto pero primero debía esperar al hijo que llegaría en 20 minutos para dejarlo a cargo del centro. Le di las gracias y le dije que era muy amable, pero que me gustaba caminar bajo la lluvia. En Auckland, el invierno suele estar empapado de pequeñas lloviznas simpaticonas.

Durante la caminata a la pista, pensé en hacer dedo unas 4 o 5 veces. Estaba lloviznando y casi ni te mojabas, pero tenía unas 15 cuadras de camino derecho y, eventualmente, iba a terminar mojado y con frío. No me animé a levantarle el pulgar a los autos, así que seguí viaje en dos. Para cuando llegué a la pista, estaba anocheciendo y mi ropa podía escurrir hasta un vaso de agua.
Al entrar, me encuentro un hall oscuro con: una escalera a la derecha que me llevó al baño; a la izquierda una vidriera sin entrada de un local de equipamiento de patinaje artístico y hockey; y enfrente unas grandes puertas de vidrio que mostraban el centro horizontal de la cancha, y que al cruzarlas derivaban al pasillo que rodeaba esta enorme pista de hielo, donde en el margen contrario se elevaban las altas gradas de unos 4 metros de alto, cubriendo todo el ancho, debajo de las cuales se escondían los vestuarios de los equipos visitante a la derecha y local a la izquierda. Caminando el hall hacia la derecha, había un kiosco donde me pedí un café con leche y me dieron un capuchino. Le di media vuelta a la cancha y me senté en las gradas. La pista es ENORME, medidas tipo NHL, según me dijeron 25x55 metros. Y en ese momento estaba llena de principiantes de hockey de todas las edades, divididos en 4 grupos. En el centro de la pista, estaban los jugadores más chiquitos, dando vueltas en círculos. Tendrían unos 5 o 6 años y, cada vez que uno caía, lo acompañaba al menos la caída del que iba atrás, provocada por el miedo psicológico de ver su compañero caer y no porque se fueran a chocar. Muy gracioso!.
Después de unos minutos de ver, me fui para la tienda de hockey. El que estaba atendiendo es jugador del seleccionado local de Avondale, los Admirals, y también de la selección inline de nueva zelanda. Estuvimos hablando un rato pero no me dejo su nombre. Le pregunté si iba a jugar en el picado del viernes y me dijo que no porque trabajaba. Me compré un palo a 30 dólares americanos (nike bauer one 35), un protector inguinal y las polainas que cubren los shin guards (alias "pads").
La pista está muy buena. El hielo parece muy duro. Las cuclillas hacían mucho ruido cuando alguien las arrastraba en el hielo. Lo que no pregunté es si necesito filo canaleta.
Al rato me volví. Llegué al hostel, me di una ducha caliente y ahora escribo esto.
Me voy a cocinar algo. Chau.