sábado, 2 de octubre de 2010

XII - Waiheke Island

Lunes 30 de Agosto (3 semanas luego de mi llegada)

Los lunes y martes son mis días libres. Aprovechando así la mañana, con Susan hoy fuimos a una isla cerca del puerto (5 cuadras del hostel), llamada Waiheke. La isla es super famosa acá por ser pituca y tener playas muy bonitas.
Comenzamos a las 9:30 intentando despabilarnos, tomando un desayuno nutritivo con zucaritas y cereales chocolateados. Una hora más tarde estabamos andando rumbo al puerto, realizando algunas paradas técnicas para comprar pilas para la cámara y esas cosas. Como soy muy capo, compré 4 pilas AA marca morondanga a sólo NZ$ 3, mientras que sólo 2 energizer costaban NZ$ 8. "Si duran poco," pensé, "pongo las otras dos y hago re negocio". El ferry salió 11:30, un helado de por medio, y pasados 15 minutos del mediodía estabamos pisando tierras isleñas.

Llegando a Waiheke
Los veleros de Waiheke

El paisaje se veía precioso. Todo muy floreado y sobre todo arboleado. Estacionamiento grande y autos caros. Le dije a Susan: "normalmente la gente alquila una bici por unos pocos pesos, y la usa para recorrer toda la isla". A veces me asombra las pelotudeces que puedo llegar a decir. La bici estaba NZ$ 30 el alquiler. Como hay que regular el presupuesto no nos pudimos dar el lujo. POR SUERTE.

Primeros pasos en Waiheke

Sin saber que carajo hacer, comenzamos a patear hacia "arriba". Tomamos la única y primer calle que vimos, sin saber si llevaba a algún lado útil. Durante unos 5 minutos pensamos en hacer dedo, no sabíamos adonde percha ir ni había un alma a quién preguntarle. Unos minutos más tarde, encontramos gente caminando en la misma dirección que nosotros. No estábamos tan mal. Así, una cuadra más adelante, se nos materializó el centro del pueblo más grande de la isla, Oneroa.

 Llegando al centro de Oneroa
Mirador del centro de Oneroa

Allí encontramos el i-site, que es una oficina ubicada en todos los lugares turísticos de Nueva Zelanda orientada a brindar información útil al viajero. Nos mostraron un mapita y divisé una playa llamada "Palm Beach". Recordé que en Internet había leído un blog donde hablaban muy bien de dicha playa. La chica nos dice que ella prefiere "Onetango Beach" y nos dió un folleto con un mapa y los recorridos de los colectivos para llegar a cualquiera de las dos.
Una hora más tarde habíamos llegado a Palm Beach, que era la más cerca. La vista es realmente hermosa. Acantilados de un lado, acantilados del otro, arena en el medio. Típico, pero muy, muy bonito. Caminamos hacia unas pequeñas escolleras, sacamos unas cuantas fotos, y hasta divisamos unos nudistas vejetos del otro lado de las escolleras.

Primeros pasos en Palm Beach 
Los alrededores Palm Beach

El morro de Palm Beach


Un rato después comienza a picar el bagre y fuimos en búsqueda de comida. Después de realizar un pequeño recorrido, concluimos que lo único que había era un pequeño mercadito autoservicio atendido por un chino al que no le entendía ni goma. Lamentablemente era lunes y, dada la poca concurrencia de gente al lugar en esta epoca del año y día de la semana, estaba todo absolutamente cerrado. No teníamos restaurante, no teníamos café con vista a la playa, no teníamos un carajo. Compramos una bolsa de lays (bah, algo mucho más pedorro), un chocolate blanco, unas gomitas ácidas con forma de gusanitos y nos propusimos a encontrar un bar abierto con vista a la playa, aunque eso pareciera imposible!. Fuera del super analizamos el folleto que nos dio la chica del i-site y llegamos a la conclusión que la probabilidad máxima de alcanzar tal suceso podría obtenerse dirigiéndose a Onetango Beach. El problema era cómo llegar hasta ahí.
Comenzamos a caminar por Palm Road. Teníamos unas muchas cuadras por delante hasta llegar a la parada del bondi que nos llevaría a Onetango (que es otro que el que nos llevó a Palm). Teníamos tiempo suficiente para derrotar el inmenso paquete de papas, las gomitas y el chocolate. Pero a mitad de camino comenzamos a hacer dedo y luego de 4 dolorosos rechazos, una señora muy copada nos levantó. Nos preguntó donde ir, y le dije que no sabía. Jeje. Después le pedí si nos podía alcanzar a la parada del bondi que nos llevara a Onetango. Muy sensibilizados con su asistencia, charlamos contentos hasta del clima.
Durante el viaje, cruzamos un centro bastante más grande del que me hubiera imaginado, con un supermercado imponente. La isla, a vista de pasajero motorizado, es más grande de lo que hubiera imaginado. Y muchísimo más grande aún de la que hubiera soportado como ciclista. Entre las subidas, bajadas y las largas distancias, la bicicleta habría sido una idea bastante incómoda aunque atlética.
Llegando a la parada, la señora advierte que el bus acababa de pasar y, con las frecuencias de 1 hora que los mismos tenían, deberíamos esperar largo rato. Así fue que se le ocurrió la gran idea de, directamente, llevarnos. Agradecidos, aceptamos y, por si fuera poco, nos dejó en la puerta del único bar abierto en Onetango Beach. Claro está, al borde de la playa.
Allí, comimos una pizza "hawaiana", que es básicamente una de muzzarella con pedacitos de piña encima, con una fría Stella Artois. Charlamos contentos y envaguecidos, a orillas de un paisaje imponente y soleado. Lamentablemente se me habían acabado las 4 pilas superpedorras que había comprado y no tengo retrato del lugar (debo de conseguir las fotos de Susan).
Comimos la pizza, terminamos el chocolate y las gomitas, y salimos a caminar un rato por la playa. Cerca de las 5, emprendimos el camino exactamente reverso, y terminamos en la parada de colectivo que había a la vuelta del restaurante. Para las 6.30 estabamos de vuelta y cansados en el hostel.

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